EL COMPROMISO DE CASPE.
Fue la forma de solucionar el grave problema que se planteó en la Corona de Aragón tras la muerte de Martín I, el 31 de mayo de 1410, sin sucesión directa.
La desgracia se cebó con Aragón pues el infante Martín, hijo de Martín I murió de paludismo en Cerdeña en 1409. Pero este infante estuvo casado con la reina de Sicilia de la que tuvo un hijo, que murió siendo niño. Al quedarse viudo casó con Blanca de Navarra, futura reina de Navarra, con la que tuvo otro hijo que también murió siendo niño. Y el único hijo que dejó Martín de Sicilia, Federico de Luna, era producto de sus relaciones con Tarzia Rizzari.
Para evitar los desgraciados sucesos que se preveían si Martín I moría sin sucesión, contrajo matrimonio en septiembre de 1409 con Margarita de Prades, dama de la difunta reina María de Luna, pero fue en vano, no hubo descendencia.
Reunidas las Cortes en Barcelona y sabiendo de la gravedad del rey le enviaron una embajada para saber a quien nombraba heredero y sucesor. A todas las instancias de los embajadores de las Cortes no contestó otra cosa, sino que le sucediese en el trono quien mejor derecho tuviese. La condesa, madre del conde de Urgel, en voz alta, llegándole la mano al pecho, le dijo, que la sucesión de los reinos era debida a su hijo, y que injustamente se la quería quitar con sus dilaciones.
Mientras, las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia trataban de ponerse de acuerdo para la elección del nuevo rey. Pero las banderías en Aragón y Valencia lo hicieron imposible.
En este intervalo ocurrió un hecho incalificable, Antón de Luna, jefe de la facción urgelista en Aragón, asesinó en Almunia de Doña Godina al arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia, partidario de Fernando de Antequera. Jaime de Urgel, en vez de desautorizar al asesino le envía socorros. La nobleza aragonesa no aceptó este asesinato y se desencadenó una guerra civil. La candidatura del de Urgel se hizo así imposible en Aragón.
Los estamentos aragoneses, reunidos en Calatayud elaboran la llamada "Concordia de Calatayud", aceptada por los representantes de Cataluña y Valencia, proponiendo la reunión de los tres parlamentos por separado, pero en lugares vecinos, y que cada uno nombrase delegados para establecer las pautas y proceder a la designación de sucesor según la justicia.
Esta idea acabó por prevalecer. En los día 15 y 16 de febrero de 1412, reunidos en la iglesia de Alcañiz, se aprobó por síndicos de los tres reinos, la Concordia, que contenía veintiocho capítulos, que compendiamos:
Que la decisión sobre el problema se sometiese a la decisión de nueve personas de conciencia pura y buene fama.
Cada parlamento propondrá una lista de nueve personas y por acuerdo saldría la lista definitiva.
La decisión final se adoptará por unanimidad o, si no es posible, por un mínimo de seis votos favorables, siempre que haya al menos, uno de cada reino o condado.
Que el fallo debían darlo los jueces desde el 29 de marzo al 29 de mayo. El fallo será inapelable.
Que los competidores serían oidos a medida que se presentasen.
Que la reunión de los nueve compromisarios se realizará en la villa de Caspe. Se nombrarán tres capitanes, uno aragonés, otro catalán y otro valenciano para guardas del castillo.
Que los parlamentos de los tres reinos no se disolviesen hasta la publicación de la sentencia, y que debiesen reconocer por legítimo al rey que los nueve jueces declarasen.
Los pretendientes a los que se invitó fueron:
Jaime conde de Urgel, nieto de Jaime conde de Urgel y bisnieto de Alfonso IV. Estaba casado con la infanta Isabel de Aragón, hija de Pedro IV y Sibila de Fortiá.
Alfonso duque de Gandía, nieto de Jaime II.
Fernando de Antequera, hijo de Leonor, hija de Pedro IV, casada con Juan I de Castilla. Era hermano de Enrique III de Castilla.
Luis de Anjou, duque de Calabria, hijo de Violante de Aragón y nieto del rey Juan I de Aragón.
Fadrique de Aragón, conde de Luna, hijo legitimado de Martín de Sicilia y nieto de Martín I.
Compromisarios.
Fueron elegidos por el justicia de Aragón y el Gobernador de Aragón (Cerdán y Lihori) y aprobados por una junta de veinte y cuatro personas nombrada por el parlamento de Tortosa, los siguientes compromisarios:
Por Aragón:
Domingo Ram, obispo de Huesca.
Francisco de Aranda, antiguo consejero real y retirado de la vida política en la Cartuja de Portaceli. Natural de Teruel.
Berenguer de Bardají, letrado del parlamento aragonés, especialista en derecho.
Por Cataluña:
Pedro de Sagarriga, arzobispo de Tarragona, doctor en derecho civil y canónico.
Guillén de Vallseca, letrado del parlamento catalán. Por su edad avanzada participó poco en los debates.
Bernardo de Gualbes, de la burguesía barcelonesa, síndico y conseller de la Ciudad. Fue embajador de Benedicto XIII en el Concilio de Pisa de 1409.
Por Valencia:
Bonifacio Ferrer, prior de la Cartuja de Portaceli, doctor en cánones.
Vicente Ferrer, dominico, maestro en teología.
Ginés Rabasa, doctor en leyes, consejero de Pedro IV. Fue considerado inepto por padecer enajenación mental y le sustituyó
Pedro Beltrán, ciudadano de Valencia, experto en leyes.
Pesaron factores externos en la elección de los compromisarios. Entre ellos,la influencia de Benedicto XIII.
En 1411 Mallorca eligió tres representantes que acudieron a Alcañiz para negociar con los aragoneses, pero estos exigieron la exclusión del Reino de Mallorca de las negociaciones y de la representación en el Compromiso de Caspe, exigencia a la que Cataluña cedió.
El 12 de abril de 1412 los jurados quedaron instalados en Caspe.
El 17 de abril comenzaron a escuchar las declaraciones de los abogados de cada uno de los candidatos y a analizar la documentación. y cuando se consideraron suficientemente enterados se encerraron en el castillo para deliberar y sentenciar.
El 24 de junio se procedió a la votación.
El primero en votar fue Vicente Ferrer: "Que Dios y en conciencia declaraba que la Corona de Aragón pertenecía al infante Fernando, como nieto de Pedro IV y sobrino de Martín I, y por consecuencia el más inmediato pariente de este monarca". Domingo Ram, Bonifacio Ferrer, Berenguer de Bardají, Bernardo de Gualbes y Francisco de Aranda con Vicente Ferrer. Limitándose a decir cada uno: "en todo y por todo me adhiero al dictamen del maestro Vicente".
Así pues, estos constituían los seis votos necesarios para der válida la declaración.
El arzobispo de Tarragona dijo: "Que si bien la elección del infante Fernando la creia preferible para los pueblos en aquellas circunstancias, sin embargo, en Dios, en justicia y en conciencia creia que el duque de Gandía y el conde de Urgel, como varones legítimos y descendientes por linea varonil de la prosapia de los reyes de Aragón, eran mejores en derecho, y que a uno de ellos pertenecía la sucesión de la Corona; pero por ser iguales en grado de parentesco con el postrer rey, creía que podía y debía ser preferido el que fuese más idóneo y útil a la república".
Guillermo de Vallseca se unió al parecer del obispo, declarando además, que tenía por más idóneo al conde de Urgel y debía ser antepuesto al duque de Gandía.
Y por fin, Pedro Beltrán, se excusó de dar su parecer por no haber tenido tiempo, desde el 18 de mayo que llegó a Caspe para discernir la justicia con segura conciencia.
La proclamación de la sentencia se hizo el 28 de junio de 1412.
Cerca de la iglesia de Caspe se hizo un tablado engalanado, con asienntos para los jueces y los embajadores de los pretendientes; un altar se elavaba bajo el portal de la iglesia. A las nueve de la mañana los capitanes desplegaron a sus hombres, tremoló Martín Martínez de Marcilla el estandarte real de Aragón, sonaron las trompetas y aparecieron los nueve jueces.
Celebró la misa el obispo de Huesca y Vicente Ferrer predicó un largo y elocuente sermón, terminado el cual se leyó la sentencia dada por los compromisarios, por la que se declaraba: "Que los parlamentos, súbditos y vasallos de la Corona de Aragón debían prestar su fidelidad al ilustrísimo, excelentísimo y poderoso príncipe y señor Fernando, infante de Castilla, y a él habían de tener por verdadero rey y señor".
La sentencia fue recibida satisfactoriamente en Aragón, no tanto en Valencia y mucho menos en Cataluña. Sin embargo, fue generalmente aceptada.
El nuevo rey que esperaba en Cuenca, acudió a Zaragoza en los primeros días de agosto de 1412 y el día 5, en las Cortes, juró guardar los fueros y libertades aragonesas.
La tarea que esperaba al rey era ingente y dificil. En Aragón, Cataluña y Valencia, las banderías se repartían ciudades y villas, y comienza la rebelión del conde de Urgel.
Pero esto es ya otra historia.
Que la decisión sobre el problema se sometiese a la decisión de nueve personas de conciencia pura y buene fama.
Cada parlamento propondrá una lista de nueve personas y por acuerdo saldría la lista definitiva.
La decisión final se adoptará por unanimidad o, si no es posible, por un mínimo de seis votos favorables, siempre que haya al menos, uno de cada reino o condado.
Que el fallo debían darlo los jueces desde el 29 de marzo al 29 de mayo. El fallo será inapelable.
Que los competidores serían oidos a medida que se presentasen.
Que la reunión de los nueve compromisarios se realizará en la villa de Caspe. Se nombrarán tres capitanes, uno aragonés, otro catalán y otro valenciano para guardas del castillo.
Que los parlamentos de los tres reinos no se disolviesen hasta la publicación de la sentencia, y que debiesen reconocer por legítimo al rey que los nueve jueces declarasen.
Los pretendientes a los que se invitó fueron:
Jaime conde de Urgel, nieto de Jaime conde de Urgel y bisnieto de Alfonso IV. Estaba casado con la infanta Isabel de Aragón, hija de Pedro IV y Sibila de Fortiá.
Alfonso duque de Gandía, nieto de Jaime II.
Fernando de Antequera, hijo de Leonor, hija de Pedro IV, casada con Juan I de Castilla. Era hermano de Enrique III de Castilla.
Luis de Anjou, duque de Calabria, hijo de Violante de Aragón y nieto del rey Juan I de Aragón.
Fadrique de Aragón, conde de Luna, hijo legitimado de Martín de Sicilia y nieto de Martín I.
Compromisarios.
Fueron elegidos por el justicia de Aragón y el Gobernador de Aragón (Cerdán y Lihori) y aprobados por una junta de veinte y cuatro personas nombrada por el parlamento de Tortosa, los siguientes compromisarios:
Por Aragón:
Domingo Ram, obispo de Huesca.
Francisco de Aranda, antiguo consejero real y retirado de la vida política en la Cartuja de Portaceli. Natural de Teruel.
Berenguer de Bardají, letrado del parlamento aragonés, especialista en derecho.
Por Cataluña:
Pedro de Sagarriga, arzobispo de Tarragona, doctor en derecho civil y canónico.
Guillén de Vallseca, letrado del parlamento catalán. Por su edad avanzada participó poco en los debates.
Bernardo de Gualbes, de la burguesía barcelonesa, síndico y conseller de la Ciudad. Fue embajador de Benedicto XIII en el Concilio de Pisa de 1409.
Por Valencia:
Bonifacio Ferrer, prior de la Cartuja de Portaceli, doctor en cánones.
Vicente Ferrer, dominico, maestro en teología.
Ginés Rabasa, doctor en leyes, consejero de Pedro IV. Fue considerado inepto por padecer enajenación mental y le sustituyó
Pedro Beltrán, ciudadano de Valencia, experto en leyes.
Pesaron factores externos en la elección de los compromisarios. Entre ellos,la influencia de Benedicto XIII.
En 1411 Mallorca eligió tres representantes que acudieron a Alcañiz para negociar con los aragoneses, pero estos exigieron la exclusión del Reino de Mallorca de las negociaciones y de la representación en el Compromiso de Caspe, exigencia a la que Cataluña cedió.
El 12 de abril de 1412 los jurados quedaron instalados en Caspe.
El 17 de abril comenzaron a escuchar las declaraciones de los abogados de cada uno de los candidatos y a analizar la documentación. y cuando se consideraron suficientemente enterados se encerraron en el castillo para deliberar y sentenciar.
El 24 de junio se procedió a la votación.
El primero en votar fue Vicente Ferrer: "Que Dios y en conciencia declaraba que la Corona de Aragón pertenecía al infante Fernando, como nieto de Pedro IV y sobrino de Martín I, y por consecuencia el más inmediato pariente de este monarca". Domingo Ram, Bonifacio Ferrer, Berenguer de Bardají, Bernardo de Gualbes y Francisco de Aranda con Vicente Ferrer. Limitándose a decir cada uno: "en todo y por todo me adhiero al dictamen del maestro Vicente".
Así pues, estos constituían los seis votos necesarios para der válida la declaración.
El arzobispo de Tarragona dijo: "Que si bien la elección del infante Fernando la creia preferible para los pueblos en aquellas circunstancias, sin embargo, en Dios, en justicia y en conciencia creia que el duque de Gandía y el conde de Urgel, como varones legítimos y descendientes por linea varonil de la prosapia de los reyes de Aragón, eran mejores en derecho, y que a uno de ellos pertenecía la sucesión de la Corona; pero por ser iguales en grado de parentesco con el postrer rey, creía que podía y debía ser preferido el que fuese más idóneo y útil a la república".
Guillermo de Vallseca se unió al parecer del obispo, declarando además, que tenía por más idóneo al conde de Urgel y debía ser antepuesto al duque de Gandía.
Y por fin, Pedro Beltrán, se excusó de dar su parecer por no haber tenido tiempo, desde el 18 de mayo que llegó a Caspe para discernir la justicia con segura conciencia.
La proclamación de la sentencia se hizo el 28 de junio de 1412.
Cerca de la iglesia de Caspe se hizo un tablado engalanado, con asienntos para los jueces y los embajadores de los pretendientes; un altar se elavaba bajo el portal de la iglesia. A las nueve de la mañana los capitanes desplegaron a sus hombres, tremoló Martín Martínez de Marcilla el estandarte real de Aragón, sonaron las trompetas y aparecieron los nueve jueces.
Celebró la misa el obispo de Huesca y Vicente Ferrer predicó un largo y elocuente sermón, terminado el cual se leyó la sentencia dada por los compromisarios, por la que se declaraba: "Que los parlamentos, súbditos y vasallos de la Corona de Aragón debían prestar su fidelidad al ilustrísimo, excelentísimo y poderoso príncipe y señor Fernando, infante de Castilla, y a él habían de tener por verdadero rey y señor".
La sentencia fue recibida satisfactoriamente en Aragón, no tanto en Valencia y mucho menos en Cataluña. Sin embargo, fue generalmente aceptada.
El nuevo rey que esperaba en Cuenca, acudió a Zaragoza en los primeros días de agosto de 1412 y el día 5, en las Cortes, juró guardar los fueros y libertades aragonesas.
La tarea que esperaba al rey era ingente y dificil. En Aragón, Cataluña y Valencia, las banderías se repartían ciudades y villas, y comienza la rebelión del conde de Urgel.
Pero esto es ya otra historia.
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